Félix Ángel Moreno Ruiz

lunes, 28 de noviembre de 2016

MAIGRET TIENDE UNA TRAMPA de Georges Simenon

JAQUE AL ASESINO


Veintisiete años después de su fallecimiento, las novelas policíacas del escritor belga Georges Simenon (Lieja, 1903 - Lausana, 1989) continúan gozando del favor del público y, por ende, publicándose. Ahora la editorial Acantilado acaba de sacar a la luz Maigret tiende una trampa, una de las setenta y dos novelas protagonizadas por el célebre comisario, fumador empedernido (de pipa), que vive con su estoica y comprensiva esposa en un apartamento de París, ciudad en la que desempeña su labor como policía. En este caso, Simenon aborda un tema pionero en los años cincuenta (la obra se publicó originalmente en 1955): la búsqueda de un asesino en serie utilizando la ayuda de la psiquiatría para elaborar su perfil psicológico. En la capital francesa se sucede una serie de crímenes que tienen en vilo a la gendarmería: las víctimas (cinco mujeres que poseen similares características físicas) han sido apuñaladas en el mismo barrio por alguien que luego les ha desgarrado la ropa. Con sus particulares métodos, el comisario decide, como reza el título, tenderle una trampa en la que se juega su futuro profesional. La novela es un claro ejemplo de la narrativa de Simenon: la socarronería del comisario y la ironía del narrador, la brevedad y la concisión, las ajustadas descripciones y los sólidos diálogos explican su éxito y el hecho de que su autor se haya convertido en un maestro para quienes cultivamos el género negro.

BARCELONA JOYCE de Prudencio Salces Jiménez

LOS VÉRTICES DEL AMOR


Barcelona Joyce es la última producción literaria del escritor cordobés Prudencio Salces Jiménez (Montalbán, 1951). Autor de una interesante obra, que incluye cinco libros de poesía ―el más destacado, El mesto de las rosas, fue Premio Juan Bernier en 1998― y varios libros de cuentos, en esta ocasión ha elegido el género narrativo mayor y lo ha hecho con una novela extensa ―casi seiscientas páginas― y de compleja estructura.
Dividida en tres partes de desigual tamaño, está protagonizada por Joao Silvestre, un médico de treinta y ocho años con vocación literaria que está proyectando escribir una novela sobre las relaciones tumultuosas de una pareja que se rompe cuando la mujer, víctima de los malos tratos, abandona al esposo y huye con su hija pequeña, Barcelona Joyce. En la primera parte ―titulada Amores Bolívar―, se alternan el relato de la vida del doctor ―un hombre viudo, que amaba a su difunta esposa, pero cuyo verdadero amor ha sido siempre su hermana Blanca Remedios― , fragmentos de la novela que no avanza al ritmo que su autor quisiera y cuentos que escribe sobre personajes que va conociendo y sobre sus propios sueños como medio para exorcizar los demonios y buscar la inspiración. La segunda parte ―El reino de las sombras―, que continúa con la trama de la novela en construcción, nos cuenta la conflictiva relación entre madre e hija, a la que le oculta la existencia de su progenitor. Finalmente, en El mundo de las sombras, se produce el encuentro entre Barcelona Joyce y su padre, y ambos inician una relación sentimental, al tiempo que el lector percibe un claro paralelismo entre la vida de Joao y la de los personajes que ha creado e intuye que, a veces, la línea que divide realidad y ficción es tenue o inexistente.
Prudencio Salces ha escrito una novela que exige una gran complicidad por parte del lector. No se trata de una narración al uso, a la que estamos acostumbrados últimamente. Como argumenta uno de los personajes, “las obras de contenido solamente sentimental o dramático, redactadas así, linealmente desde la primera página a la trescientas, donde la historia concluye redondeada, no sé, me parece cosa manida”. En Barcelona Joyce, por el contrario, encontraremos una estructura caleidoscópica, repleta de pequeñas ventanas a la que asomarse, de historias que se conectan entre sí, que aparecen y desaparecen hasta conformar un hermoso mosaico, cuyas teselas ―los relatos― están dispuestas para conformar un dibujo valiente y maduro sobre las relaciones incestuosas y la pasión amorosa. Y todo ello en un continuo juego metaliterario, en el que vida y literatura se confunden, con inteligentes alusiones a grandes obras literarias de cuyas fuentes su autor bebe, con un estilo ameno y, a la vez, elegante y preciso, con un vocabulario rico y variado, que hacen aún más interesante y recomendable, si cabe, su lectura.

domingo, 27 de noviembre de 2016

LAS SALINAS DEL ALIENTO de Manuel Guerrero Cabrera

LA SAL DE LA ESPERANZA


Las salinas del aliento es el último poemario de Manuel Guerrero Cabrera (Lucena, 1980), poeta, ensayista, narrador y uno de los más activos agitadores culturales del sur de Córdoba, presente en revistas, periódicos y programas literarios de radio.
Con un revelador prólogo de Luis Alberto de Cuenca, el libro está dedicado a su hija Malena, que se convierte, desde el breve y hermoso poema introductorio, titulado “Ecografía”,  en la gran protagonista del libro, que formalmente está dividido en cuatro partes y en un epílogo de desigual extensión. La primera (“Pena de bandoleón”) está centrada en el miedo a la paternidad, al sufrimiento del recién nacido (“Desde que existes temo que te duela la herida de la vida”) y a sus limitaciones físicas (“Dicen que mi hija no podrá bailar tango”). Sin embargo, a pesar de que el tono de estos primeros versos es triste como el lamento de un bandoleón en una noche de arrabal bonaerense, al final se instala, regeneradora, “la vida tejida de esperanza”. En la segunda parte (“Desangelado el cielo”), la presencia de Malena es menor y deja paso a una serie de reflexiones del autor sobre su vida, las preocupaciones cotidianas (“Me inquieta el terror de lo que subirá la luz este año”), la ausencia del ser querido (“Hoy no trabajo, porque no tengo amor en mis servicios mínimos”), la poesía actual (“Poetas del día a día”) o la importancia de la lectura (“Tras leer los versos, has de pagar con algo de igual valor”). Aparece también la rememoración melancólica del pasado, provocada por la futura paternidad, que lo lleva a recordar la infancia (“De niños en el patio del colegio, todos querían ser Oliver Atom”), sus gustos musicales (“La piel arde en el canto de la airosa escuela de calor… y repetían”), lecturas (“Cuánto desearía ser un guardia civil de las novelas de Lorenzo Silva”), películas (“Cambio todo cuanto toco o dicho de otra manera: amanece que no es poco”) y a realizar rendidos homenajes a escritores como Lorca (“Un polisón de nardos cubre a la niña”) o Cernuda (“El mundo es un verso más allá del amor y del olvido”). La tercera parte (“Venid y lo veréis”), muy breve, es la antesala de “La sal del recuerdo”, en la que Malena vuelve a copar el protagonismo, ahora ya como bebé. Los temores a la futura paternidad dejan paso al reconocimiento de la niña como la fuerza de vida que impulsa al autor (“Sé que no hube vivido antes de tu llegada”), aunque no disminuye el miedo al sufrimiento, como en el bello y también duro poema titulado “Espina bífida”, y hay lugar también para el reconocimiento de sus influencias literarias (“Esta no es mi voz”). Por último, el breve epílogo, que contiene sendos poemas de Antonio Sánchez y de Sensi Budia dedicados a la recién nacida, es el colofón de una poemario redondo, cargado de melancólica amargura y de esperanza, de dulces lágrimas saladas por Malena, que, como en la novela de Almudena Grandes, continúa siendo “nombre de tango”.